Todo está sustentado en mirar con paciencia, pero no se descarta,
dependiendo del lugar, que el viajero pueda ver de cerca cómo se aplica una
técnica de rastreo para seguir el camino de un felino o descubrir algunas
facetas muy particulares del comportamiento de un mono o un colibrí. Por eso,
cuando se va al bosque a entender por qué un ave, un tití o un jaguar vive
allí, y no en la ciudad, se habla de etoturismo, una opción que nos muestra la
selva, los humedales o un arrecife con enfoque científico, solo para comprender
cuál es la función que cada uno cumple en el planeta.
La
caminata para encontrar al oso de anteojos de Chingaza avanzó como una
procesión en pleno páramo, a 4.000 metros de altura. Dieciséis personas
caminábamos dentro de un bosque de encenillos, robles y arrayanes en busca de
este mamífero, tan fuerte como un tractor.
Sabíamos,
a pesar de un optimismo unánime, que no lo íbamos a ver. El oso huye ante la
presencia de cualquier invasor. Por eso, nuestra única opción era dedicarnos a
hacer etoturismo, es decir, buscar sus huellas, comprobar lo que come y, de paso,
entender por qué el oso vive allí. Para ser precisos: visitar el lugar,
observarlo en detalle y percibir 'como científicos novatos' el
comportamiento (ethos, en griego) de este animal único de los Andes.
Sus
rastros estaban por todas partes. Había marcado con sus garras las cortezas de
decenas de troncos. Vimos muchos de sus gruesos pelos pegados en ramas, pedazos
de plantas rasgadas con sus dientes y algunos cadáveres de venados en las copas
de los árboles. Entendimos que el oso no está en el páramo porque sí. No es una
casualidad del paisaje; está allí por una razón natural: al moverse y
despedazar plantas para comerlas, esparce semillas que permiten el nacimiento
de más árboles, arbustos y musgos. Es decir, por el oso, este lugar mantiene
renovada su flora para que absorba con eficacia toneladas de agua, que luego se
lleva por acueductos a millones de hogares. Una máquina de alto rendimiento
natural que también se alimenta de roedores y otros animales herbívoros, para
que no acaben con las escasas matas.
El
etoturismo nos lleva no solo a entender a los osos, sino también a comprender
el papel de las aves, de las ballenas, a caminar por la selva, por un humedal,
a recorrer un arrecife, pero para saber cuál es la función de cada especie y de
cada pedazo de biodiversidad, generalmente única e irrepetible.
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